Corazón de colectivo


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La primera vez que escuché la denominación "corazón de colectivo" la situación me venía como anillo al dedo. Reí para mis adentros y no pude evitar el ruborizarme (¿debería decir para mis afueras?). Hoy no la volví a escuchar, fue mi mente la que la trajo de vuelta a casi un año de ese enredado asunto. Enamorarse no es un problema, enamorarse dos veces al mismo tiempo sí, al menos en un país en el que hipócritamente se flamean los más conservadores “valores” del catolicismo y un amplio conjunto de aberraciones anti-natura, al mero estilo oscurantista, dedicado a que uno sienta culpa por lo que hizo, lo que no hizo, lo que pensó y también, cómo no, la culpa por sentir culpa. 

Corazón de colectivo, capacidad para amar dos veces metiéndose una en el más grande de los líos. No sé si esto también se lo pueda achacar al catolicismo, pero tenía que ser lógico que al enredo se sumasen un par de características sobre el sujeto en cuestión que hicieran todo más denso. 

El otro día me puse a pensar en que el silencio es sólo pólvora que alimenta una bomba de tiempo. Textual: pocas de las cosas que uno piensa se vuelven realidad; de esas, siempre se eligen las peores. Este casi año en el que he y me he escondido esta verdad ha explotado de la peor de las formas: un viernes a las seis de la mañana y en un estado de embriaguez considerable (claro, te puedes poner de alias “Cero drama” y no sucede nada, pero si eres etílicaB, ¡prepárate!). Se lo dije, pero se lo dije mal y recibí respuestas aleatorias, poco claras, esquivas. 

Luego, me entraron todas las ganas de que el avión de vuelta a casa se dé un paseíto por el Triángulo de las Bermudas, que ese mito se convierta en realidad y mi realidad en un mito. Decirle que lo amo, y peor aún en ese estado, sólo puede traerme pérdidas: de los momentos felices en que aparecía una complicidad coqueta, de mi vida en pareja, de mi amada vocación, de los amigos hechos. 

Mi vida en crisis. Esperar su vuelta, no poder mirarlo a la cara, esperar respuestas o preguntas, no obtenerlas. Decidir que soy yo, nuevamente, la que tiene que buscarlas, pero, ¿para qué? No sé qué es lo que espero realmente. Si me dice que mi amor encuentra reciprocidad en él, sólo podría salir corriendo. Si me dice que no, también. No importa a qué número apueste, todos son pérdida. Igual lo hago, doy el paso, envío un mensaje, tengo una respuesta para encontrarnos y charlar. Y aquí estoy, esperando que el tiempo vaya hacia atrás, que mi cuerpo deje de temblar, que mañana tenga cara para seguir aquí y seguir en casa.

Crédito de la imagen: Carefoca via Photo pin cc